jueves, 29 de septiembre de 2011

¿Qué necesidad hay de molestas así a las personas?, ¿Para sentirte mejor?, ¿Para ser mejor persona?, ¿Para ser más “cool” ante tus amigos?
Dense cuenta de que duele, de que humilla, de que te hace sentir menos (más de lo que yo me siento normalmente).
¿Qué causa esta violencia?, sí, es una violencia psicológica, es una forma de abuso, porque empezar a gritar así cada vez que uno abre la boca, cada vez que expresa una opinión saltan como nenes con exceso de azúcar, ¿en serio?, tenes 16 años papá, dentro de un año y pico ¿vas a estar en la facultad y vas a seguir con esa actitud? No es gracioso, es patético, es muy patético el hecho de que tengas que joder a alguien y humillarlo para sentirte mejor persona, para ser mas ante tus “amigos” (que a fin de cuentas solo se burlan de vos y te utilizan) já, eso si es ser patético.

sábado, 30 de julio de 2011

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.
— Julio Cortázar

martes, 14 de junio de 2011

“You know what’s going to happen when you die? you are going to rot in the ground and people are going to go on living. They are going to forget all about you, and when you rot, do you think it’s going to matter whether you were an original gangster?! You’re dead and nobody, nobody is going to want to remember you, because all you left behind in this world is just a picture of a black man with big, fat lips.”
Erin Gruewell; Freedom writers

domingo, 27 de febrero de 2011

El Rey Sabio

Cierta vez hubo un rey poderoso y sabio que gobernaba en la lejana ciudad de Wirani. Y era temido por su poderío y amado por su sabiduría.
En esos tiempos, en el corazón de la ciudad había un manantial cuya agua era fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes, aún el rey y sus cortesanos, pues allí no había otro manantial.
Una noche, cuando todos dormían, una bruja entró en la ciudad, y vertió siete gotas de un extraño líquido en el manantial, diciendo: "Desde este momento aquél que beba esta agua se transformará en loco."
A la mañana siguiente, todos los habitantes, excepto el rey y su señor ministro, bebieron del manantial y se transformaron en locos, como predijera la bruja.
Y durante todo aquel día el pueblo en las angostas calles y en las plazas del mercado no hacía otra cosa que murmurar entre sí: "El rey está loco. Nuestro rey y su señor ministro han perdido la razón. No podemos ser gobernados por un rey loco. Debemos destronarlo."
Aquella tarde, el rey ordenó que llenaran una copa de oro con agua del manantial. Una vez traída, bebió y dio de beber a su señor ministro.

Y todos se regocijaron en aquella distante ciudad de Wirani, pues su rey y su señor ministro habían recobrado la razón.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Una mañana, la madre, el padre y el pequeño Tomas, de dos o tres años, están sentados en la cocina desayunando. La madre se levanta de la mesa y va hacia la encimera, y entonces el padre empieza, de repente, a flotar bajo el techo, mientras Tomás se le queda mirando.
¿Qué crees que dice Tomás en ese momento? Quizás señale a su papá
y diga: «¡Papá está flotando!».
Tomás se sorprendería, naturalmente, pero se sorprende muy a menudo. Papá hace tantas cosas curiosas que un pequeño vuelo por encima de la mesa del desayuno no cambia mucho las cosas para Tomás.
Su papá se afeita cada día con una extraña maquinilla, otras veces trepa hasta el tejado para girar la antena de la tele, o mete la cabeza en el motor de un coche y la saca negra.

Ahora le toca a mamá. Ha oído lo que acaba de decir Tomás y se vuelve decididamente. ¿Cómo reaccionará ella ante el espectáculo del padre volando libremente por encima de la mesa de la cocina?
Se le cae instantáneamente el frasco de mermelada al suelo y grita de espanto. Puede que necesite tratamiento médico cuando papá haya descendido nuevamente a su silla. (¡Debería saber que hay que estar sentado cuando se desayuna!)
¿Por qué crees que son tan distintas las reacciones de Tomás y las de su madre? Tiene que ver con el hábito.
(¡Toma nota de esto!) La madre ha aprendido que los seres humanos no saben volar. Tomás no lo ha aprendido. El sigue dudando de lo que se puede y no se puede hacer en este mundo.
¿Pero y el propio mundo, Sofía?
¿Crees que este mundo puede flotar?
¿También este mundo está volando libremente?
Lo triste es que no sólo nos habituamos a la ley de la gravedad conforme vamos haciéndonos mayores. Al mismo tiempo, nos habituamos al mundo tal y como es.
Es como si durante el crecimiento perdiéramos la capacidad de dejarnos sorprender por el mundo. En ese caso, perdemos algo esencial, algo que los filósofos intentan volver a despertar en nosotros. Porque hay algo dentro de nosotros mismos que nos dice que la vida en sí es un gran enigma.
Es algo que hemos sentido incluso mucho antes de aprender a pensarlo

viernes, 21 de enero de 2011

Era un pueblo pequeño que se encontraba al lado de un bosque.
Cada crepúsculo, sus habitantes entraban a sus hogares. Aquellos que habían perdido algún ser querido dejaban sus ventanas abiertas, como si tuvieran la esperanza de que volverían en la noche.
Cada medianoche, se podía distinguir en las calles poco iluminadas sombras que paseaban por allí, se dirigían a un lugar especifico y luego volvían al bosque.
Ellas eran inofensivas, no podían causar daño alguno porque no le habían hecho daño, solo, querían corroborar el estado de sus recuerdos más valiosos.
Era siete de junio cuando la gente se reunió en la plaza, un anciano anunció sus predicciones para el futuro.
Su cara se ensombreció y comenzó a hablar con voz rasposa:
-Esta noche, una sombra siniestra pasará por cada casa. Lo que más valor tengan en sus casas colóquenlo debajo de sus camas. Ella es una mujer que murió tras mucha desdicha, solo así podrá encontrar paz internamente.
La noche llegó rápido, los habitantes se despidieron como siempre, escondieron las alhajas y el dinero donde el anciano les había dicho y durmieron con la mente tranquila.
A las doce de la noche, las calles fueron invadidas por una niebla grisácea, la silueta de una mujer delgada y alta se paseaba por las calles.
El sol se encontraba en el punto más alto del cielo, las calles estaban vacías, excepto por un anciano que caminaba con una triste mirada, tenía aspecto de cansado, como si hubiera estado durmiendo en el suelo toda la noche.

miércoles, 12 de enero de 2011

Karma (cuento) - Vengo del Sol

Me doy vuelta y me encuentro con otra luz. Esta es blanca, más potente y no es interés o curiosidad lo que me lleva hacia ella, sino una fuerza irresistible de atracción, que supera las simples leyes de gravedad. Es como ir por un túnel a gran velocidad. Poco a poco se va agrandando. Corro hacia ella. Corrección. Ya no siento mi cuerpo, soy como una parte de esa luz que va a unírsele. Miro hacia atrás. Al ver la luz naranja me invade una oleada de energía. Mis dudas se aclaran. Ahora veo mi casa. Puedo ver a través de las paredes. Veo mi cuerpo tendido sobre la cama. Un médico se dirige a mi madre y le dice que ya no puede hacer nada, que morí mientras dormía a causa de un escape de gas. Mi madre llora, mi padre la consuela, pero él también llora. Yo quiero decirles que estoy bien. Nunca he estado mejor.

Miro al ascensor, es como un túnel que se dirige a mi cuerpo, pero el tercer tramo se halla bloqueado. El foso que separa mi casa es infranqueable. Además corro el riesgo de quedarme en esa franja.

Ahora recuerdo que un día antes de mi muerte hubo una explosión en mi estufa a gas. Vino un plomero gasista, pero no la arregló muy bien.

Recuerdo un rostro. Un rostro que en mi vida no hubiera significado nada.

Todo se junta como en un rompecabezas. Yo lo vi a ese hombre. El era un condenado a muerte. Condenado a morir en la cámara de gas. Cuando yo, que era juez, dicté sentencia, no estaba seguro de su culpabilidad. Pero la presión del jurado era más de la que un hombre podía resistir.

Yo lo vi respirar, aspirar la última bocanada de oxígeno, luego aguantar la respiración hasta no poder más y aspirar la mortal bocanada de gas.

Tengo muy claro en la mente cómo cayó la pastilla al recipiente con ácido que la disolvió, formando el gas letal.

Para eso vinimos a la vida. Para aprender, para salir de esa ley de causa y efecto. No sólo en la muerte, para al fin y al cabo, a romperla alguna vez.

Marcos, 13 años.

domingo, 9 de enero de 2011

Vestiduas - Khalil Gibran

Cierto día la Belleza y la Fealdad se encontraron a orillas del mar. Y se dijeron:

-Bañémonos en el mar.

Entonces se desnudaron, y nadaron en el agua. Instantes más tarde la Fealdad volvió a la costa y se vistió con las ropas de Belleza, y luego partió.

La belleza también salió del mar, pero no halló sus vestiduras, y como era demasiado tímida para estar desnuda, así que se vistió con la ropa de fealdad. Y la Belleza también siguió su camino.

Y hasta hoy día, hombres y mujeres confunden la una con la otra.

Sin embargo, hay algunos que contemplan el rostro de la Belleza y la reconocen aunque no lleve sus vestiduras. Y algunos otros que conocen el rostro de Fealdad, y sus falsas ropas no les engañan.